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Entre la sombra y la luz: Un análisis crítico de la educación y la desigualdad en áreas urbanas y rurales

Entre la sombra y la luz: Un análisis crítico de la educación y la desigualdad en áreas urbanas y rurales

Autor: Elías Giménez Montanía 

Estudiante de Economía en la Universidad Nacional de Asunción

¿Para qué sirve la educación? ¿Es una simple herramienta que nos permite pasar conocimiento de generación a generación? ¿Sirve para aprender a memorizar y conseguir un oficio o sirve para algo más? ¿Por qué, si nacemos en un mismo país, son diferentes los niveles de ingreso y de años de estudio? Son las reflexiones que hago, y no; la educación no es solo eso. La educación nos permite ir mucho más allá del traspaso de conocimientos y del aprendizaje para ejercer una profesión o un oficio, nos permite transmitir valores y principios para eliminar las desigualdades e injusticias de la sociedad.  

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura la educación es “un derecho humano fundamental que permite sacar a los hombres y las mujeres de la pobreza, superar las desigualdades y garantizar un desarrollo sostenible.” Como país ¿logramos esto? Observemos el siguiente gráfico.

Figura 1: Promedio de años de estudio de la población de 15 años y más por área.  

Fuente: Elaboración propia con datos del Observatorio Educativo Ciudadano.

Podemos ver que no, ya que, al fijarnos en los datos del gráfico, en promedio existe una diferencia de 3,04 años de estudios entre la población urbana y la rural. Este no es un simple número, sino que representa la vida de una persona con metas, objetivos y sueños a la que se le niega su posibilidad a progresar y soñar. La desigualdad es una sombra que ofusca el camino de las personas. Por el hecho de vivir en un área rural, simplemente por eso, se debe luchar contra la injusticia de 3,04 años menos de acceso a una educación. Ni hablar de si esta es de calidad o no. El lugar en el que nacemos y vivimos no debería determinar las posibilidades que tenemos de progresar y no nos debería quitar la posibilidad de soñar.  

Este tópico siempre me hace recordar a mi época de estudiante secundario en Coronel Oviedo. Formaba parte de una organización estudiantil que luchaba por promover el derecho al acceso a una educación pública y de calidad. Cuando compartimos experiencias con compañeros secundarios de otros distritos de Caaguazú y nos contaban sus realidades, eran muy distintas a las que vivíamos en la ciudad pese a ser del mismo departamento y estar separados por pocos kilómetros de distancia. Las diferencias eran abismales y seguro continúan así. Recuerdo que esas personas tenían deseos de progresar, pero no contaban con los medios suficientes. El Estado no les otorgaba los medios suficientes.

Doble es el desafío de las personas que son de área rural y son pobres. De acuerdo a la EPHC 2021 del INE, el 20% de la población más pobre tiene en promedio 5,32 años de estudio menos que el 20% más rico. Para observarlo mejor tenemos el siguiente gráfico.

Figura 2: Promedio de años de estudio para la población de 15 años y más, por condición de pobreza.

 

Fuente: Elaboración propia con datos del Observatorio Educativo Ciudadano.

Tomando en cuenta este escenario, nos damos cuenta que la pobreza y la educación están intrínsecamente interconectadas y que funcionan de forma bidireccional. Claramente se observa que la pobreza crea barreras para acceder a educación de calidad y no permite salir a las personas de la pobreza. Según el Observatorio Educativo Ciudadano, es 4,48 veces más probable que una persona que terminó los 12 años de escolaridad gane al menos el salario mínimo, en comparación con una persona que no terminó los 12 años de escolaridad. Esto crea un círculo de pobreza y desigualdad difícil de romper en la sociedad.  

En el área rural por eso es un doble desafío si se es pobre, porque hay localidades donde la única institución educativa queda a kilómetros de las casas y no hay un transporte público que los acerque. Muchas veces, niños, niñas y jóvenes ponen en riesgo su integridad y salen en motos en busca de superar la barrera; en otros casos, caminan esos kilómetros. Existen muchos más factores que podemos seguir citando, pero el lugar donde nacemos no puede ser un impedimento para estudiar y progresar. Las políticas públicas actuales de educación no son las adecuadas y esto no permite mejorar la educación si no actuamos como sociedad de manera rápida y correcta.  

Pero no todo es negativo, vemos avances significativos en los últimos años y esto permite que no se apague esa sinfonía de posibilidades que nos otorga la educación. Por ejemplo, el promedio de años de estudio de la pobreza extrema empieza a converger con la de la pobreza no extrema, o si observamos nuevamente la figura 1, notamos que en el año 2002 el promedio de años de estudio en áreas rurales era 5,33 y en 2022 8,01. Aunque estos avances están lejos de alcanzar los 12 años de estudio formal, hay que reconocer que son avances. Debemos ver estas mejoras como un estímulo para seguir trabajando en conjunto como sociedad y lograr progresos aún más significativos en el ámbito educativo teniendo en cuenta que en la lucha contra esta brecha educativa encontramos la verdadera batalla por la equidad. La batalla donde cada victoria es la promesa de un mundo donde la luz de la educación brilla para todos por igual.  

 

Bibliografía consultada

El derecho a la educación. (2023b, marzo 10). Recuperado el 18 de nov. de 23

UNESCO. https://www.unesco.org/es/right-education  

¿Sabías qué? (s. f.-b). Recuperado el 18 de nov. de 23 https://observatorio.org.py/sabias-que/14

¿Sabías qué? (s. f.-b). Recuperado el 18 de nov. de 23 https://observatorio.org.py/sabias-que/13